Carlos de Foucauld nació en Francia, en Estrasburgo, el 15 de septiembre de 1858 y fue bautizado dos días después de su nacimiento.
“Dios mío, todos tenemos que cantar tus misericordias: Hijo de una madre santa, aprendí de ella a conocerte, a amarte y a rezarte: ¿No fue mi primer recuerdo la oración que ella me hacía recitar por la mañana y por la noche: “Dios mío, bendice a papá, a mamá, al abuelo, a la abuela, a la abuela Foucauld y a mi hermanita”?...”
Pero mamá, papá y la abuela Foucauld mueren en 1864. El abuelo lleva consigo a los dos niños: Carlos (6 años) y María (3 años).
“Siempre admiré la nobleza lúcida de mi abuelo cuya infinita ternura rodeó mi niñez y mi juventud con una atmósfera de amor cuya calidez siempre recuerdo con emoción.”
El 28 de abril de 1872, Carlos hace su Primera Comunión. Se confirma el mismo día.
Carlos es inteligente y estudia con facilidad. Le gustan mucho los libros, pero lee cualquier cosa.
“Si me esforzaba un poco en Nancy es porque me dejaban mezclar con mis estudios una cantidad de lecturas que me dieron el gusto del estudio, pero me hicieron el mal que usted sabe…”
Poco a poco, Carlos se aleja de la fe. Sigue respetando la religión católica, pero no cree más en Dios.
“Pasé doce años sin negar nada y sin creer en nada, desesperando de encontrar la verdad, no creyendo ni siquiera en Dios, ninguna prueba me parecía suficientemente irrefutable.”
“A los 17 años era puro egoísmo, pura vanidad, pura impiedad, puro deseo del mal, estaba como enloquecido…”
“Estaba en la noche. No veía más ni a Dios ni a los hombres: Sólo estaba interesado en mí.”
Después de dos años de estudios en la Escuela Militar, Carlos es oficial. Su abuelo acaba de morir y Carlos recibe toda la herencia. Tiene 20 años.
Durante varios años, Carlos va a buscar su placer en la comida y en las fiestas. Lo llaman entonces el “Gordo Foucauld”.
“Duermo mucho. Como mucho. Pienso poco.”
Pero en octubre de 1880, Carlos es destinado a Argelia. Argelia le gusta y sus habitantes le interesan:
“La vegetación es magnífica: palmeras, laureles, naranjos. ¡Es un hermoso país! Yo quedé maravillado: en medio de todo eso, árabes con albornoces blancos o vestidos con colores intensos, con un montón de camellos, de pequeños asnos y de cabras, que producen un efecto muy pintoresco.”
Pero por mantener una relación irregular con una mujer, Carlos rechaza los consejos de sus Superiores. Es entonces destituido de su puesto.
Apenas llega a Francia, se entera de que su regimiento ha sido enviado a Túnez:
“Una expedición de ese tipo es un placer demasiado extraordinario para dejarlo pasar sin tratar de gozarlo. – En África, me colocaron en un buen lugar, como lo había pedido, pero no realmente en el regimiento que yo deseaba. Hago parte de una columna que maniobra sobre las altas mesetas, al Sur de Saïda. – Es muy divertido: la vida de campamento me gusta en la misma medida en que la vida en la guarnición me disgusta. Espero que la columna dure mucho tiempo; cuando acabe, trataré de ir a otra parte en donde haya movimiento.”
En enero de 1882, las “columnas” se acaban y Carlos se encuentra de nuevo en un cuartel.
“Detesto la vida en la guarnición…prefiero aprovechar mi juventud viajando; de todas maneras, aprenderé algo y no perderé mi tiempo.”
Y el 28 de enero de 1882, presenta su dimisión del ejército.
Carlos decide entonces instalarse en Argel para preparar sus viajes.
“Sería una pena hacer viajes tan hermosos, tontamente y como simple turista: quiero hacerlos seriamente, llevar libros y aprender tan completamente como sea posible, la historia antigua y moderna, sobre todo la antigua, de todos los países que atraviese.”
Marruecos está cerca, pero está cerrado para los europeos. Carlos se siente atraído por ese país muy poco conocido. Después de una larga preparación de 15 meses, Carlos parte a Marruecos con el Judío Madoqueo que será su guía.
“En 1883, sobre las tierras del sultán, el Europeo puede circular abiertamente y sin peligro; en el resto de Marruecos, sólo puede penetrar disfrazado y con peligro de su vida: es considerado como un espía y sería masacrado si fuera reconocido. Casi todo mi viaje se hizo en el país independiente. Me disfracé desde Tanger, para evitar correr el riesgo de ser reconocido en otros lugares. Me hice pasar por israelita. Durante mi viaje, mi vestido era el de los Judíos marroquíes, mi religión la de ellos, mi nombre, el rabino José. Rezaba y cantaba en la sinagoga, los padres me suplicaban que bendiga a sus hijos…”
“A quien me preguntaba sobre mi lugar de nacimiento, le contestaba a veces Jerusalén, a veces Moscú, a veces Argel.”
“Si preguntaban el motivo de mi viaje: para el musulmán, era un rabino mendicante que pedía limosna de ciudad en ciudad; para el Judío, un Israelita piadoso que había venido a Marruecos a pesar de las fatigas y peligros, para enterarse de la situación de sus hermanos.”
“Todo mi itinerario fue recogido con brújula y barómetro.”
“En el camino, tenía conmigo siempre un cuadernillo de cinco centímetros cuadrados escondido en el hueco de mi mano izquierda y un lápiz de dos centímetros de largo que no sacaba nunca de la otra mano, anotaba lo que el camino presentaba de notable, lo que se veía a derecha e izquierda; marcaba los cambios de dirección, acompañados por anotaciones hechas con la brújula, los accidentes del terreno, con la altura barométrica, la hora y el minuto de cada observación, las paradas, los grados de rapidez de la marcha, etc. Escribía así casi todo el tiempo mientras estaba en ruta, todo el tiempo en las regiones accidentadas.”
“Nunca nadie se dio cuenta, aún en las caravanas más numerosas; tomaba la precaución de caminar adelante o detrás de mis compañeros, para que, gracias a la amplitud de mi ropa, no distinguiesen el ligero movimiento de mis manos. La descripción y los datos recolectados en el itinerario llenaban un cierto número de pequeños cuadernillos.”
“En cuanto llegaba a un pueblo donde me era posible tener una pieza aparte, completaba las notas y las recopilaba en unos blocs que formaban mi diario de viaje. Consagraba las noches a ocuparme de esto.”
“Durante la corta estadía en Tisint, conocí a varias personas: todos los hadjs (título de quienes habían realizado una peregrinación a la Meca) quisieron verme. Por el solo hecho de que venía de Argelia, donde habían sido bien recibidos, todos me acogieron muy bien; varios, lo supe más adelante, se imaginaron que era cristiano; no dijeron nada, comprendiendo, mejor que yo quizás, en qué peligros podían ponerme sus palabras.”
“Llegando a Agadir, fui a la casa del Hadj Bou Rhim. No puedo decir cuántas alegrías me ha dado, ni el agradecimiento que le debo: fue para mí el amigo más seguro, el más desinteresado, el más abnegado; en dos ocasiones arriesgó su vida para proteger la mía. Había adivinado, al cabo de poco tiempo, que yo era cristiano; yo mismo se lo declaré después: esta prueba de confianza aumentó aún más su estima.”
Durante 11 meses, Carlos recibió a menudo injurias y piedras. Varias veces llegó hasta correr el riesgo de que lo mataran.
El 23 de mayo de 1884, un mendigo pobre llega al puesto de la frontera de Argelia. Está descalzo, enflaquecido y cubierto de suciedad. Ese pobre judío se llama Carlos de Foucauld.
“¡Fue duro, pero muy interesante, y tuve éxito!
El mundo científico de la época se entusiasma con el trabajo de Carlos: ¡una verdadera exploración! Recorrió 3000 Km en un país casi desconocido. ¡Es la gloria!
Pero a Carlos no le interesa esa gloria. Deja Argelia y se instala cerca de su familia en París. Tiene 28 años.
“Al comienzo de octubre de ese año 1886, después de seis meses de vida en familia, mientras estaba en París haciendo imprimir mi viaje a Marruecos, me encontré con personas muy inteligentes, muy virtuosas y muy cristianas; al mismo tiempo, una gracia interior extremadamente fuerte me empujaba: empecé a ir a la iglesia, sin creer, encontrándome bien solamente allí, donde pasaba largas horas repitiendo esta extraña oración: ‘¡Dios mío, si existes, haz que Te conozca!’”
“Pero yo no Te conocía…”
“¡Oh Dios mío! ¡Cómo tenías tu mano sobre mí, y qué poco yo lo sentía! ¡Qué bueno eres! ¡Cómo me guardaste! ¡Cómo me guardabas bajo tus alas mientras yo ni siquiera creía en Tu existencia!”
“Forzado por las circunstancias, me obligaste a ser casto. Era necesario para preparar mi alma a recibir la verdad: El demonio es demasiado dueño de un alma que no es casta.”
“Al mismo tiempo me hiciste volver a estar con mi familia donde fui recibido como el hijo pródigo.”
“Todo eso era Tu obra, Dios mío, obra Tuya solamente… Un alma hermosa te secundaba, pero con su silencio, su dulzura, su bondad, su perfección… Me atrajiste por la belleza de esa alma.”
“Me inspiraste entonces este pensamiento: ‘Puesto que esta alma es tan inteligente, la religión en la que cree no puede ser una locura. Estudiemos entonces esa religión: tomemos un profesor de religión católica, un sacerdote instruido, y veamos qué pasa, y si hay que creer lo que ella dice.’”
“Me dirigí entonces al Padre Huvelin. Le pedí lecciones de religión: él me hizo arrodillar e hizo que me confesara, y me envió inmediatamente a comulgar…”
“¡Si hay alegría en el cielo por un pecador que se convierte, la hubo cuando entré en ese confesionario!”
“¡Qué bueno que has sido! ¡Qué feliz que soy!”
“Yo, que había dudado tanto, no creí todo en un solo día; unas veces los milagros del Evangelio me parecían increíbles; otras, quería mezclar en mis oraciones pasajes del Corán. Pero la gracia divina y los consejos de mi confesor disiparon esas nubes…”
“Mi Señor Jesús, tú pusiste en mí ese amor por ti, tierno y cada vez más grande, ese gusto por la oración, esa fe en tu Palabra, ese sentimiento profundo del deber de la limosna ese deseo de imitarte, esa sed de realizar el mayor sacrificio que me fuera posible hacerte.”
“Deseaba ser religioso, vivir sólo para Dios. Mi confesor me hizo esperar tres años.”
“¡Qué influencia bendita tuvo en mi vida la peregrinación a Tierra Santa!, aunque la hice a pesar mío, por pura obediencia al Padre Huvelin…”
“Después de haber pasado Navidad de 1888 en Belén, de haber escuchado la Misa de Medianoche y recibido la sagrada Comunión en la santa Gruta, me volví a Jerusalén después de dos o tres días. La dulzura que sentí al rezar en esa gruta donde resonaron las voces de Jesús, de María, de José, fue indecible.”
“Tengo sed de llevar la vida que entreví, que adiviné, caminando por las calles de Nazaret, que pisaron los pies de NS, pobre artesano perdido en la abyección y la oscuridad…”
Carlos está muy apegado a su familia y a sus amigos, pero se siente llamado a dejar todo para seguir a Jesús. Y el 15 de enero de 1890, entra en la Trapa.
“El Evangelio me mostró que el primer mandamiento es amar a Dios con todo mi corazón y que había que encerrar todo en el amor; todos saben que el primer efecto del amor es la imitación. Me pareció que nada me ofrecía mejor esta vida que la Trapa.”
“Todos los hombres son hijos de Dios que los ama infinitamente: es entonces imposible querer amar a Dios sin amar a los seres humanos: cuanto más se ama a Dios, más se ama a los hombres. El amor de Dios, el amor por los seres humanos, es toda mi vida, será toda mi vida, así lo espero.”
Carlos es feliz en la Trapa. Aprende mucho. Recibe mucho. Pero le falta todavía algo.
“Somos pobres para los ricos, pero no lo somos como lo fue Nuestro Señor, no lo somos como yo lo fui en Marruecos, no como lo fue San Francisco.”
“Amo a Nuestro Señor Jesucristo, y no puedo soportar llevar una vida diferente de la Suya… No puedo atravesar la vida en primera clase cuando Aquel a quien amo la
atravesó en la última…”
“Me he preguntado si no habría la posibilidad de buscar algunas almas con quienes pudiera formarse un comienzo de pequeña congregación.”
“El fin sería llevar lo más exactamente posible la vida de Nuestro Señor: viviendo únicamente del trabajo manual, siguiendo a la letra todos sus consejos…”
“Agregar a ese trabajo muchas oraciones, formar solamente pequeños grupos, que se difundan por todas partes sobre todo en los países no cristianos tan abandonados y donde sería tan bueno aumentar el amor y los servidores de Nuestro Señor Jesús.”
El 23 de enero de 1897, el Superior General de los Trapenses anuncia a Carlos que puede salir de la Trapa para seguir a Jesús, el pobre artesano de Nazaret.
Carlos parte a Israel. Llega a Nazaret donde las Hermanas Clarisas lo toman como sirviente.
“Dios me hizo encontrar lo que buscaba: la imitación de lo que fue la vida de Nuestro Señor Jesús en ese mismo Nazaret…”
“En mi cabaña de madera, a los pies del Sagrario de las Clarisas, en mis días de trabajo y mis noches de oración, encontré tan bien lo que buscaba que es evidente que Dios me preparaba ese lugar.”
Pero Carlos quiere compartir esa vida de Nazaret con otros hermanos. Por eso escribe la Regla de los Hermanitos.
“Quise hacer una regla muy sencilla, que fuera adecuada para que algunas almas piadosas pudieran vivir una vida de familia alrededor de la Sagrada Hostia.”
“Mi regla está tan estrechamente ligada al culto de la Sagrada Eucaristía que es imposible que sea observada por varias personas sin que haya un sacerdote y un sagrario; podré tener algunos compañeros solamente cuando yo sea sacerdote y cuando haya un oratorio alrededor del cual podamos encontrarnos juntos…”
En agosto de 1900, Carlos vuelve a Francia. El Padre Huvelin está de acuerdo para que reciba el sacerdocio.
“Fui a pasar un año en un convento, para estudiar y recibí allí las Sagradas Órdenes. Sacerdote desde el mes de junio pasado, me sentí llamado inmediatamente a ‘las ovejas perdidas’, a las almas más abandonadas, a las más desamparadas, para cumplir con ellas el deber del amor: ‘Ámense unos a otros como yo los amé, en eso reconocerán que son mis discípulos’. Sabiendo por experiencia que no había ningún pueblo más abandonado que los musulmanes de Marruecos, del Sahara argelino, pedí y obtuve el permiso de ir a Béni Abbès, pequeño oasis del Sahara argelino cerca de la frontera de Marruecos.”
El 28 de octubre de 1901, Carlos llega a Béni Abbès.
“Fui muy bien recibido por la gente del lugar; entro en relación con ellos, tratando de hacerles algún bien.”
“Los militares se pusieron a construirme una capilla, tres celdas y una pieza para huéspedes, en ladrillos secos y troncos de palmeras.”
“Quiero acostumbrar a todos los habitantes, a considerarme como su hermano, el hermano universal… Empiezan a llamar a la casa ‘la fraternidad’, y eso me alegra…”
Cada día, Carlos pasa horas a los pies del Sagrario.
“La Eucaristía es Jesús, es todo Jesús.”
“Cuando se ama, se quisiera hablar constantemente con el ser a quien uno ama, o por lo menos mirarlo sin cesar: la oración no es otra cosa: la conversación familiar con nuestro Amado: mirarlo, decirle que uno lo ama, gozar de estar a Sus pies.”
Pero, a cada momento golpean a la puerta. ‘Todo lo que hacen a uno de esos pequeños, es a mí a quien se lo hacen’. El Evangelio transformó ya la vida de Carlos que abre enseguida la puerta para acoger al Amado.
“Desde las 4 y 30 de la mañana hasta las 8 y 30 de la tarde, no paro de hablar, de ver gente: esclavos, pobres, enfermos, soldados, viajeros, curiosos.”
En esta región, Carlos descubre la esclavitud. Está escandalizado.
“Cuando el gobierno comete una injusticia grave contra aquellos a quienes en cierta medida tenemos a cargo nuestro, hay que decírselo, porque no tenemos el derecho de ser ‘centinelas dormidos’, ‘perros mudos’, ‘pastores indiferentes’.”
La Fraternidad está construida, pero Carlos espera hermanos.
“¡Pídanle a Dios para que pueda hacer aquí la obra que me encargó hacer: que establezca un pequeño convento de monjes fervientes y caritativos, que amen a Dios con todo su corazón y al prójimo como a ellos mismos; una Zaouïa (o ‘zawiya’: en el Islam, lugar de reunión y de oración) de oración y de hospitalidad que irradie una piedad tal que todo el lugar se sienta iluminado y animado por ella; una pequeña familia que imite tan perfectamente las virtudes de JESÚS, que todos, en los alrededores, se sientan llamados a amar a JESÚS!”
Pero los Hermanos no llegan.
“Estoy siempre solo, varios sin embargo, me hacen decir que quisieran unirse a mí, pero hay dificultades, de las cuales la principal es la prohibición a todo Europeo, de parte de las autoridades civiles y militares, de circular por estas regiones, debido a la inseguridad.”
En junio de 1903, el obispo del Sahara pasa algunos días en Béni Abbès. Viene del Sur donde visitó a los Tuaregs. Carlos se siente atraído por esa gente que vive en el corazón del desierto.
No hay sacerdotes disponibles para ir allá, entonces, Carlos se propone.
“Por la extensión del santo Evangelio, estoy dispuesto a ir hasta el fin del mundo y a vivir hasta el juicio final…”
“¡Dios mío, haz que todos los seres humanos vayan al cielo!”
El 13 de enero de 1904, Carlos parte al territorio de los Tuaregs.
Partida de Akabli con el Comandante Laperrine para acompañarlo en su viaje de inspección. Su intención es la de visitar las poblaciones recientemente sometidas y de llegar hasta Tombouctou…
“Mi vocación ordinaria es la soledad, la estabilidad, el silencio… Pero si creo ser llamado, excepcionalmente a otra cosa, sólo puedo decir, como María: ‘Soy la Servidora del Señor’.”
“En este momento soy nómade, yendo de campamento en campamento, tratando de acercarme, de lograr la confianza, la amistad… Esta vida nómade tiene la ventaja de hacerme ver a muchas almas y de hacerme conocer el país…”
“Dado que al lugar casi siempre sufre de una gran carencia de agua o de pastos, los Tuaregs están obligados a separarse, diseminarse, para poder alimentar y dar de beber a sus rebaños. Viven en grupos muy pequeños, una carpa aquí, otras más allá... Se las encuentra por todas partes pero siempre son pocas las que están juntas.”
“Desde hace tiempo, le pedía a JESÚS, vivir por amor a él, en condiciones análogas, en cuanto al bienestar, a las que viví en Marruecos, por el simple placer. Aquí, como instalación, es la misma cosa.”
“Hoy, tengo la felicidad de colocar – por primera vez en zona tuareg – la Santa Reserva en el Tabernáculo.”
“¡Sagrado CORAZÓN de JESÚS, gracias por este primer Sagrario en zona tuareg! ¡Que sea el preludio de muchos otros y el anuncio de la salvación de muchas almas! ¡Sagrado CORAZÓN de JESÚS, irradia desde el fondo de este Tabernáculo sobre el pueblo que te rodea son conocerte! ¡Ilumina, dirige, salva estas almas que Tú amas!”
“¡Envía santos y numerosos obreros y obreras evangélicos a los Tuaregs, al Sahara, a Marruecos, a todas partes adonde sean necesarios; envía santos hermanitos y hermanitas del Sagrado CORAZÓN, si es tu Voluntad!”
“El tiempo que no empleo en caminar o rezar, lo ocupo para estudiar su idioma.”
“Acabo de terminar la traducción de los Santos Evangelios a la lengua tuareg. Es para mí un gran consuelo que sea su primer libro el de los Santos Evangelios.”
“Únanse a mí, ayúdenme en mi trabajo, recen conmigo por todas estas almas del Sahara, de Marruecos, de Argelia.”
“Por la gracia del Amado Jesús, me es posible instalarme en Tamanrasset…”
“Voy a quedarme aquí como único europeo… muy feliz de estar solo con Jesús, solo para Jesús…”
“Residir solo en el lugar es bueno; se actúa, aunque no se haga gran cosa, porque uno se hace ‘del lugar’.”
“Recen para que se haga un poco de bien entre estas almas por las que Nuestro Señor murió.”
“Esta África, esta Argelia, estos millones de no cristianos reclaman tanto la santidad que solamente podrá obtenerles su conversión; recen para que la Buena Noticia llegue y que los últimos llegados se acerquen finalmente al pesebre de Jesús, para, también, adorarlo.”
“Sería necesario que el país estuviera cubierto de religiosos, religiosas y buenos cristianos que se queden en el mundo para tomar contacto con todos esos pobres musulmanes y para instruirlos.”
“Sería posible encontrar enfermeras laicas, totalmente de Jesús por el corazón, que consientan y deseen venir a consagrarse por Jesús, sin el nombre ni el hábito de religiosas…”
“¿Hace algún bien mi presencia aquí? Si la mía no lo hace, la presencia del Santísimo Sacramento lo hace ciertamente y mucho. Jesús no puede estar en un lugar sin irradiar. Además, el contacto con los oriundos del lugar, hace desaparecer poco a poco sus prevenciones y prejuicios. Es muy lento, muy poca cosa; rece para que su hijo haga un mayor bien, y que mejores obreros que él vengan a desbrozar este rincón del campo del Padre de familia.”
“Mi apostolado debe ser el apostolado de la bondad. Si me preguntan por qué soy manso y bueno, debo decir: ‘Porque soy el servidor de alguien mucho más bueno que yo’.”
“Atormentado por el pensamiento del abandono espiritual de tantos no cristianos, puse sobre papel, luego de mi último retiro, hace un año, un proyecto de Cofradía, de asociación católica. La Cofradía que llamo ‘Unión de los Hermanos y Hermanas del Sagrado Corazón de Jesús’, tiene un triple fin: promover una vuelta al Evangelio en la vida de las personas de cualquier condición; promover un aumento del amor a la sagrada Eucaristía; promover un incremento de la evangelización de los infieles.”
“Los Tuaregs de mi alrededor me dan las mayores alegrías y consuelos; tengo excelentes amigos entre ellos.”
“Mis trabajos de idioma andan bien. El Diccionario compendiado está terminado y su impresión comienza en algunos días. El Diccionario de nombres propios estará terminado en 1914 con el Diccionario Tuareg-Francés, más completo. Pienso terminar en 1916 la selección de las Poesías y de los Proverbios, y en 1917 los Textos en prosa. La gramática será para 1918 si Dios me da vida y salud.”
“No puedo decir que deseo la muerte; la deseaba en otro tiempo; ahora veo tanto bien por hacer, tantas almas sin pastor, que quisiera sobre todo hacer un poco de bien.”
“¡Mañana se cumplirán diez años de que digo la Santa Misa en la ermita de Tamanrasset! ¡y ni un solo convertido! Hay que rezar, trabajar y esperar.”
“Estoy persuadido de que lo que debemos buscar para los oriundos de nuestras colonias, no es ni la asimilación rápida ni la simple asociación ni su unión sincera con nosotros, sino más bien el progreso que será muy desigual y que deberá ser alcanzado por medios a menudo muy diferentes: el progreso debe ser intelectual, moral y material.”
Desde hace dos años, la guerra desgarra Europa. Comienza también a llegar al Sahara.
“A 450 Km de aquí, el fuerte francés de Djanet fue sitiado por más de mil ‘Senoussistes’ (tribu rebelde) armados con un cañon y ametralladoras. Después de ese éxito los Senoussistes tienen la ruta libre para venir hasta aquí; sólo Dios puede impedírselo.”
Pero Dios no lo impidió y Carlos es violentamente asesinado el 1º de diciembre de 1916.
“Cuando el grano de trigo que cae en tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto…”